Desde su existencia, el ser humano ha contado con problemas de salud y ha intentado valerse de los recursos y herramientas de su entorno para tratarlos. Puede sorprender que el pan también esté ligado a la historia de la medicina.
La longevidad adquirida por los humanos va de la mano de sus mismos avances tecnológicos, pero aunque siempre haya existido los resfriados y huesos rotos, no siempre se ha contado con penicilina o anestesia.
El ser humano siempre se ha fijado en el efecto y las aplicaciones de los productos orgánicos y el pan no es una excepción. Las civilizaciones antiguas no desperdiciaban ni una miga de este poderoso bien alimenticio aunque estuviese cubierto de moho. De hecho, se convirtió, miles de años antes de descubrir la penicilina, en una primitiva forma de antibiótico.
Los griegos, al igual que los antiguos serbios o en la China milenaria prevenían las infecciones de las heridas presionando la miga de pan mohoso. En Egipto, en cambio se empleaba la corteza mohosa de pan de trigo para curar las infecciones del cuero cabelludo y en las pústulas. Los egipcios se afeitaban la cabeza, que cubrían con elaboradas pelucas y era fácil hacerse cortes que pudiesen infectarse.
Varias fuentes de la historia de la farmacopea y de la farmacología indican que hace más de 2.000 años en China, Serbia, Grecia, Egipto y otras antiguas civilizaciones, se utilizaba el pan mohoso para tratar las heridas infectadas.
También algunas fuentes históricas indican que los soldados griegos llevaban a la batalla un pan mohoso para tratar las heridas. Actualmente, se conoce el por qué era eficaz en ocasiones, la aplicación de esos panes medicinales, pero no es de extrañar que en su momento se les atribuyese ciertas propiedades divinas