El pan, la harina y el gluten

Existen diversas opciones en panificación, que tienen que ver con el uso de harinas a base de cereales sin gluten y que aportan grandes beneficios para la salud. Así como el gluten no debe ser descartado de la dieta diaria, sin diagnosticarse una intolerancia al mismo, el pan tampoco tiene por qué desaparecer de la alimentación diaria de las personas con celiaquía.

Además de las más comunes, como las harinas de almidón, de maíz o arroz, en la actualidad empiezan a abrirse paso las elaboraciones con otros cereales como el sorgo, el teff o el trigo sarraceno.

La harina de teff destaca, además de por su ausencia de gluten, por su alto contenido en fibra, que ayuda a controlar los niveles de glucosa en sangre, y por los hidratos de absorción lenta que aporta.

Otra alternativa a destacable son las harinas de trigo sarraceno, considerado un pseudocereal ya que estas suponen un beneficio para la salud cardiovascular, del sistema nervioso y del inmunológico debido a su contenido en fibra e hidratos de carbono complejos, así como su contenido en potasio, magnesio o fósforo.

Por último, otra de las opciones es la elaboración de pan con harina de sorgo. Este cereal, de fácil digestión, es también rico en antioxidantes, vitaminas y proteínas, así como en sodio, potasio, hierro, magnesio o zinc, lo que hace que sea beneficioso para el corazón y para la salud de los huesos.

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